domingo, 2 de abril de 2017

EN LOS OSCUROS LUGARES DEL SABER


Aquí podéis descargar el texto original del poema de Parménides de Elea, con traducción y comentario.

(Los griegos) eran intensamente prácticos, tan prácticos que hace miles de años sembraron las semillas de la cul­tura occidental y dieron forma a la estructura del mundo en que vivimos. En la medida en que forma­mos parte de la cultura de este mundo occidental, son nuestros antepasados. Ahora, ajenos a nuestro pasado, nos debatimos en lo que ellos crearon.

Casi solos, pusieron los cimientos de las discipli­nas que convertirían a Occidente en lo que ahora es: química, física, astronomía, biología, retórica, lógi­ca. Pero lo hicieron con una comprensión que ya no poseemos, porque sus conocimientos procedían de una sabiduría que para nosotros no es más que un mito.

No se debe a que se los interprete mal; eso sólo es una pequeña parte: también sabían que los malinterpretarían. Se daban cuenta de que trataban con niños que se quedarían con los fragmentos que les llamaran más la atención y no serían capaces de ver el conjunto.

Eso fue lo que sucedió: ya no se valora nada de lo que fue aquella gente ni de sus enseñanzas. In­cluso los rastros de su existencia casi se han borrado. Ya casi nadie sabe cómo se llamaban. Algunos frag­mentos de lo que dijeron están en manos de unos pocos eruditos, los cuales hacen exactamente lo que Jesús describió: retienen la llave del conocimiento pero la esconden, y no entran ni abren las puertas a los demás.

Pero detrás de estas puertas hay algo de lo que ya no podemos prescindir. Los dones que se nos conce­dieron ya no sirven y hace tiempo que tiramos el manual de instrucciones.
Ahora es importante establecer contacto de nue­vo con esa tradición, no sólo en nuestro beneficio, sino también en provecho de algo mayor. Es impor­tante porque no hay otro modo de seguir avanzando. Y no tenemos que mirar hacia fuera, no es necesario que nos volvamos hacia una cultura distinta del mundo en que vivimos. Todo lo que necesitamos está dentro de nosotros, en lo más hondo de nuestras raí­ces, esperando que alguien llegue hasta allí.

Y, sin embargo, hay que pagar un precio para entrar en contacto con esta tradición. Siempre hay que pagar un precio y, precisamente porque nadie ha querido pagarlo, las cosas están como están.

El precio no ha cambiado: somos nosotros, nues­tra voluntad de ser transformados. Sólo sirve eso, no puede ser menos.
No podemos apartarnos y mirar. No podemos distanciarnos porque precisamente nosotros somos el ingrediente que falta. Sin nosotros, las palabras sólo son palabras. Y esta tradición no existió para edificar o entretener, ni siquiera para inspirar: existió para devolver los hombres a sus raíces.


Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber, Atalanta.

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